Una banda llamada Ultrapüs


Si no eres de la ilustre ciudad de León lo más seguro es que jamás hayas oído hablar de esta gente. En caso contrario, es que fuiste atormentado por algún paisano acerca de las bondades de la fauna leonesa, ahí es donde se mueve Ultrapüs más cerca de los documentales de la 2 que de Radio 3.

La historia de Ultrapus como la de otros muchos grupos es la historia de lo que no fue. Para situarlos viene a cuento una expresión de esas que aparecen en las revistas musicales pasadas de moda, demasiado rockeros para los punks y demasiado punks para los rockeros. Esa tierra de nadie fue un caldo de cultivo para atraer a todos los rebotados y perdidos de la ciudad, una recua de desarrapados que revoloteaba alrededor de una banda que se movía a su gusto entre el macarrismo de ilegales y el sonido Buenavista.

Fueron muchos conciertos, requiebros, risas, alegrías, dramas y lamentos. Ultrapüs fue una etapa en la vida con sus cosas buenas y sus cosas malas que todos los que merodeábamos cerca vivimos intensamente. Hasta que un día, ¡Zas!, se acabó. Para que engañarnos, todos lo veíamos venir pero el poso que se quedó fue amargo.

El tiempo lo cura todo, no lo hubiese afirmado en su momento, un último concierto, en la trastienda un disco a medio grabar (que nunca vería la luz), guitarras volando, hocicos arrugados. Un final a la desesperada, propio de una película de Peckinpah. Ese halo de misterio, los secretos a voces. Recuerdo que años después, me llegaron a preguntar ¿por qué se separó Ultrapüs? Bien, este viernes 23 puedes ir al Studio 54 y preguntárselo a ellos.

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