White lightnin’ (2009). Dominic Murphy
Es el biopic, al menos en parte, de Jesco White, un bala perdida que lo único que hace bien de verdad es bailar claqué de las montañas como le enseñó su amado padre el cual intentó meterle en redil, pero por Dios que por las venas de este muchacho cabalga el mismísimo Diablo…yeeeeehaaaaaAA!
Como retrato del mundo de los hillbillies es de los más auténticos que conozco mostrándolos tanto en su salsa como en sus vicisitudes. Nos permite acercarnos con otro ojo a ese territorio marginal norteamericano, que la mayoría de las veces sólo se nos muestra en el cine o en la tele de manera peyorativa, cómica o para un uso terrorífico, salvo excepciones (Winter’s bone; Frozen River). Cierto es que no le falta violencia y crudeza aunque con gracia y un montaje dinámico acompasado como no por el banjo, en ocasiones y una fabulosa banda sonora en general. Me agradó el uso de la voz en off en la narración y esas pausas marcadas por míticos sermones de algún predicador mientras se nos muestra una bella estampa de naturaleza y gravilla.
Las dos etapas de la vida del protagonista en la infancia y la madurez son llevadas a cabo carismáticamente por los dos actores respectivamente, que saben transmitir la inocencia de este inestable cabronazo que está a caballo entre la droga y la religión. Destacable el trabajo de la fotografía de Tim Maurice-Jones en tonos grises y sepia con tintes de algunos colores que contribuye a la sensación de mugrosidad y desasosiego de la película. Esta opera prima del director Dominic le auguraba una prometedora carrera, ya que posee un estilo propio, independiente y muy fresco. (Sin embargo no ha dirigido nada desde entonces).