Alan Vega y Martin Rev, ambos nacidos en Brooklyn, comenzaron sus andanzas a principios de los años 70, afectados aún por recuerdos de algún concierto de The Stooges, y cuando el glam punk de los New York Dolls agitaba la escena. Pronto comenzaron a dar conciertos en garitos como Max’s Kansas City o CBGB, no teniendo siempre una buena acogida debido a una muy provocadora estética y actitud en escena.
Adoptaron el nombre de Suicide inspirándose en un comic de la saga Ghost Rider (que también les proporcionaría el nombre de una canción en su LP debut años más tarde), y según afirman, fue la primera banda que se auto-denominó como punk, incluyendo el término en un cartel que anunciaba un concierto suyo. El término ya había sido acuñado y utilizado años antes por algún redactor para referirse alguna banda garajera, como Question Mark & The Mysterians o los propios Stooges, pero al parecer era inédito su uso como etiqueta para la promoción de un concierto.
El elemento punk en Suicide reside más en su espíritu que en su forma. Su estilo se basó siempre en las repetitivas y minimalistas bases lo-fi de Martin Rev, con un perenne regusto psychobilly, para que Alan Vega metiera por encima su voz alterada con efectos, variando entre susurros y chillidos, como una especie de Gene Vincent espitoso y sadomasoquista. Curiosamente, y esa es una de las grandezas artísticas del dúo, con pocos elementos y con un enfoque aparentemente muy de andar por casa, lograban plasmar pequeñas atmósferas tan retorcidas y enfermizas, como evocadoras, melancólicas e incluso elegantes, en algunos momentos.
Como anécdota, si escucháis la fantástica y pegadiza canción Toro, de El Columpio Asesino, escucharéis que en la parte que va del minuto 1:50 al 2:05 hay un guiño a Ghost Rider (imitando el característico grito de en torno al minuto 1:25)
La banda lanzó su primer disco, de título Suicide, en Diciembre de 1977, y desde entonces se convirtió en un disco de culto, y en una gran inspiración para otras bandas. Una de las influencias más identificables se encuentra en Sigue Sigue Sputnik, que en su disco Flaunt It incluían unos teclados, unos ritmos, e incluso algunas voces muy al estilo de Vega y Rev. Además, títulos de Suicide como Rocket USA eran claramente referenciados en temas como en el Rocket Miss USA de la alocada banda londinense.
La verdad es que cada uno de los siete temas de su opera prima, de apenas 32 minutos de duración, son joyas, y sorprende la variedad melódica que pueden desplegar con una fórmula tan monótona. Hay que darles unas escuchas, ya que aunque al principio puedan parecer un poco turrantes, las atmósferas y sensaciones que consiguen crear son cautivadoras y fascinantes, como en la genial Cheree, que con esas notas agudas recuerda al Sunday Morning de la Velvet Undeground, padres por excelencia de la decadencia preciosista que tanto marcó a Suicide. Otras piezas destacables son la super-cincuentera Johnny o la extensa Frankie Teardrop, de 10 minutos de duración.
Tardaron algún tiempo en publicar su siguiente trabajo, que fue lanzado en 1980 con el título Suicide: Alan Vega and Martin Rev. El sonido del disco es mucho menos underground y cavernoso que en su anterior obra, y al ser ya el segundo en su especie, no goza del nivel de disco legendario y emblemático del que goza su antecesor. Con todo, y como suele suceder en la discografía de otras bandas, y así lo suelo indicar, la causa de sus «defectos» explica el origen de sus «virtudes». Así, de un sonido más heterogéneo y menos peligroso, surge unas mayores posibilidades sonoras, unido a una producción más ambiciosa, que es bastante respetuosa con el sonido germinal de la banda. En algún tema, como en Be Bop Kid miran descaradamente a sus orígenes empleando una melodía muy similar a la del Johnny de su anterior publicación, si bien los arreglos le aportan un punto más festivo y menos oscuro.
Poco más que añadir sobre esta banda, que lo que pide a gritos es escuchar inicialmente su primer disco, y seguidamente su segundo y último disco de estudio (hasta su regreso en 1988). Un buen modo de acercase a la música de Suicide de una manera más amable, es escuchar alguno de los discos en solitario que su cantante Alan Vega sacó durante el parón de Suicide entre su segundo y tercer lanzamiento. De entre todos, el Collision Drive de 1981 es una genial opción ya que mantiene algo del espíritu sintético de Suicide aportando una instrumentación más convencional de batería, guitarra y bajo. Incluye además una genial «auto-versión» de Ghost Rider.