TNT – El jardín extranjero

TNT es un referente del punk estatal. Desde Granada sirvieron como contrapunto a la Movida Madrileña, detrás de sus letras y su música subyace un mensaje sobrio, realzado por la influencia de la poesía, el cine y la literatura. La semilla de García Lorca envuelve a los hijos de la vieja ciudad nazarí.

En su LP ‘Manifiesto Guernika’ (1983) aparece un tema bastante extravagante: El Jardín Extranjero, una canción lenta, íntima, en la que suena un clarinete. Pese a ello transmite una fuerza y un carácter especial. Siempre me llamó la atención. Tuve la ocasión de preguntar sobre ella a su compositor, Jesús Arias, (guitarrista y voz forzosa de la banda ) cinco años antes de que falleciese a finales del 2015. Amablemente con todo lujo de detalles, elaboró un artículo explicando los vericuetos que llevaron a la composición de esta canción. Os dejo con sus palabras.

Habla Jesús Arias (TNT):

Mi primer recuerdo de ‘El Jardín Extranjero’, como composición musical (en España, los músicos tenemos la costumbre de escribir primero la música, rasguear unos acordes en la guitarra, buscar una melodía de voz y demás y, luego, al final de todo el proceso, es cuando encajamos la letra— En la cultura británica suele ser al revés: primero alguien escribe una letra y luego a eso se le pone música… de ahí la expresión de «escribir una canción») fue cuando yo tenía 16-17 años y ya podía manejarme con cierta soltura con una guitarra española ganada en una tómbola, de color rojo, a la que yo, inmediatamente, le cambié las cuerdas de nylon por cuerdas metálicas. Tenía entonces en casa un radiocassette-grabadora en el que, si introducías una cinta y le dabas a la tecla «Record», podías escuchar tu propia voz y todo eso. Era todo muy prehistórico y antediluviano. En aquellos días, era fascinante para mis hermanos y para mí grabar cosas: el ruido del agua llenando una botella, nuestras risas. Y mis primeras canciones. Ésta fue una de ellas.

Recuerdo que un día, mi hermano José Ángel Arias llegó a casa con la noticia de que el padre de su mejor amigo, Miguel Soler, había muerto. Ese hombre había sido un «rojo» que estuvo encarcelado muchos años. Yo, por esa época, entendía como «rojos» a los «comunistas» y demás. Era el año 1979 y los adolescentes de entonces no entendíamos mucho de política. Y menos de ideologías. Lo que me impresionó fue que aquel hombre, que era muy amable y muy atento con nosotros, se había muerto.

Pensé ese día que tenía que hacer música para alguien que había muerto. Había oído hablar de muerte y esas cosas. Pero era una de mis primeras impresiones directas con la muerte real. Ese hombre que conocí ya no existiría más. No sé si fue aquella tarde o algunas tardes después, mientras hacía mis ejercicios de arpegios con la guitarra, porque entonces me afanaba por aprender cada día con la guitarra -era llegar de clase y encerrarme en mi habitación a tocar la guitarra durante horas y horas, hasta que los dedos no aguantaban más- cuando surgió la canción.

La progresión de acordes era muy simple: Do-La menor-Fa-Do. El rock siempre ha sido muy básico y primitivo. Y por aquellos días, yo estaba entusiasmado con el punk, pero seguía teniendo mi poso de Rolling Stones, y canciones como «As tears go by» o los arpegios del «Ave María» de Bach. Estaba imbuido en eso cuando decidí que la nota de La menor, por alguien que en el instituto me había sugerido que cambiase ese acorde, tendría una cosa rara: que la sexta cuerda de la guitarra, en lugar de no sonar, estuviese en la nota Fa#. Me gustaba aquella progresión de acordes porque el bajo de la canción comenzaba con un Do, pasaba de pronto a un Fa#, luego a un Fa natural y volvía a la nota Do.

Luego se me ocurrió darle un «contraste trágico» a la música. El «contraste trágico» es algo muy habitual en mí desde que aprendí a tocar la guitarra. Siempre, en lugar de seguir los esquemas normales del rock, yo introducía un acorde raro, inesperado. Ese «contraste trágico» está en canciones como ‘Sin Futuro’, ‘Guernika’, ‘La Noche del Ángel Salvaje’. Amigos compositores o profesores de conservatorio me han explicado algunas de mis canciones con intervalos de no sé qué, inversiones secundarias y cosas que no he sabido entender muy bien. Pero bueno… Mi concepto de «contraste trágico» sería el de una canción llamada «El amor en Sarajevo»… es la secuencia de los acordes Do menor-Mi menor, o el puente de la canción ‘Somalia’: Re menor-La Sostenido menor.

En ‘El Jardín Extranjero’, el «contraste trágico’ era la progresión de acordes Si menor-Do mayor, repetida un par de veces, y luego Si menor/Fa/La menor que terminaba resolviéndose en Sol-Do…

Un día grabé la canción en el radiocassette de casa y ahí quedó todo… Como digo, era una canción de mi adolescencia que quedó en el baúl de mis recuerdos y de mis experimentos mientras aprendía.

Siglos después, cuando ya tenía 20 años y recibimos la oferta de grabar nuestro primer LP por parte de DRO, los tres miembros de entonces del grupo nos sentamos a diseñar el disco, a decir qué canciones podrían incluirse, cómo sería el concepto y demás… Por aquella época -hablo de finales de 1982 y comienzos de 1983- dos bandas españolas habían sido catalogadas como las pioneras del punk en España: Siniestro Total y TNT. Había muchas más, pero por el efecto mediático de Radio 3, los Siniestro y nosotros éramos los que más o menos sonábamos en la movida independiente como más representativos: Unos, usando el punk como jolgorio y tremendo sentido del humor: Siniestro Total. Los otros, como más o menos comprometidos y todo eso. DRO nos había fichado en octubre de 1982 casi como uno de sus grupos insignia, habíamos editado un primer single y montones de bandas pensaban que haríamos algo grande.

Al grano.

En octubre de 1982, los TNT dimos un concierto en Granada, en el barrio del Albaicín y, al terminar el concierto, un profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Granada, Mariano Maresca, se me acercó y me dijo, de sopetón: «Sóis la hostia. ¿Os interesaría grabar un disco poniéndole música a unos poemas?«. Yo le dije que sí. Que, por nosotros, encantados. Entonces nos dijo: «Quiero presentaros a un poeta». Nos llevó a un bar cercano y nos presentó a Luis García Montero, un poeta que entonces tenía 24 años, si no recuerdo mal (yo tenía 19) y que acababa de ganar el Premio Adonáis de Poesía por un libro llamado ‘El Jardín Extranjero’. Al cabo del rato todos congeniamos y nos ofrecimos para participar en aquel proyecto que, unos meses después, se llamaría ‘Rimado de Ciudad’.

Unos días después, Mariano Maresca nos regaló el libro de Luis y yo me puse a leerlo. Yo era un amante de Lorca desde pequeño y fue, precisamente en aquellos días de entre 1982 y 1983 cuando ya me surgiría la idea de ‘Omega’ que al final hicieron Enrique Morente y Lagartija Nick.

El ofrecimiento de Mariano Maresca era coger a dos grupos de Granada, uno de heavy, Magic, y otro punk, TNT, para que cada uno eligiera alguno de los poemas de Luis García Montero y ponerle música al poema que más le gustase. Luis García Montero nos pasó las fotocopias de sus manuscritos y yo elegí el poema titulado ‘Coplas a la muerte de su colega’.

Entretanto, mientras preparábamos aquel disco, que iba a ser financiado por el Ayuntamiento de Granada, yo devoré el libro de Luis García Montero llamado ‘El jardín extranjero’. Era un libro fascinante, increíble, con unos versos tremendos. Y hubo un poema que me acuchilló directamente el corazón.

Se llamaba ‘A Federico, con unas violetas’

A Federico, con unas violetasThis is a featured page

Para Juan Carlos Rodríguez

Mas no pueden pasar sobre esa sombra
Algunas violetas,
Y es grato así dejarlas,
Frescas entre la niebla…

(I)
Has llegado de nuevo.Te esperaba
para tenderte el brazo perdido de los humos.
La curva de los muelles, la soledad ajena
de Columbia University
y esta ceniza fría
en los párpados rotos
de la ciudad sin sueño

Imagínate ahora
aquel cielo cansado,
aquellos ojos tuyos
de mil novecientos veintinueve,
extrabiados entonces,
recorriendo los puentes
con un gesto sin fondo.

En este Sur
de vigas y de luces
pues llegar la muerte una mañana,
pero estraña
las esperiencia que tiene la historia entre sus muslos
de milenario amor,
paciente amor salvaje
contra todos nosotros.

Imagínate ahora
los andamios,
la habitación vacía y el deseo
hundido como un barco
que buscara el suicidio.

Has llegado hasta Harlem,
bajo el sordo rumor de los moteros
vas a quedarte mudo,
con tu sudor a solas, con el miedo,
para ver como cierra los ajos de la muerte
cómo besa los labios de su último amante.
Era mil novecientos veintenueve.
No debió ser extraño,
porque estaba allí después de todo,
sobre el turbio desagüe de la vida.

(II)

Y recuerdo una brisa triste por los olivos.

Después
de la prisa cansada de los últimos trenes
nada vuelve. Sólo queda
tu rostro sobre Brodway
y es difícil, de tanta soledad,
cerrar los ojos sin dudar que existes.

Absurda
esta lengua de fuego que parte del horizonte,
que se extiende indomable sobre los corazones,
multiforme y herida,
que revienta y parece
la sonrisa forzada de una máscara rota.

Sola
la ciudad se disfraza en un escalofrío
y sus ojos te apuntan
lineados y ciegos
como un rastro de dientes que se olvide en los hombros

Entonces
el alcohol es la sangre que desnuda los labios,
porque viene la noche,
porque llega la muerte sobre un brazo doblado
para dejarte a solas con tus años.

Triste por los olivos,
mientras Harlem entorna sus ventanas,
el tiempo es una brisa que ya nadie recuerda.

(III)
Aquí,
después de tantos años y una guerra,
todo es como entonces.

En la voz aguardiente de los tiempos
el horario es el mismo, los abrazos cansados
siguen llegando tarde
y la vida entristece
como un golpe de niebla escondido en las manos.

Aquellos ojos nuestros
esperan ser tendidos
sobre mil novecientos diecisiete
corazones en sitio.
Ya ves, sólo decirte
que es posible la vida, que me espera
como una herida abierta sobre otra bocana,
para surgir debajo de los números,
romper la soledad, tomar la calle
y disponer las fechas en su sitio.

Hoy no puede pesar sobre esta sombra
un ramo de violetas,
y es dulce así dejarlas
frescas entre la niebla
con un rumor de cuerpos que no cesa
y esta lágrima extraña
que llamamos historia.

Aquel verso, «aquí, después de tantos años y una guerra», me disparó toda una idea…

La historia de aquel viejo «rojo», el padre del amigo de mi hermano, al que yo había conocido y cuya muerte me había impresionado mucho los 16 años, porque fue uno de los primeros muertos de mi vida, se me vino a la mente con la canción que había compuesto. Ni siquiera recuerdo el nombre de esa persona, pero rebusqué en las cintas hasta encontrar la canción…

Luego, a la hora de grabar, se me ocurrió la idea de que el bajo y la batería hicieran un ritmo insistente y cada vez más ‘in crescendo’, como un cerco, como una alambrada. Al final estalla la guitarra eléctrica con el mismo ritmo insistente.

La idea del introducir el clarinete fue para, en aquellos años, ser totalmente anti-punks. A comienzos de los años ochenta, la cantante Alaska había creado, con el apoyo de fanzines afines y demás, una especie de decálogo sobre qué era buen punk y qué no era punk. Juzgaba a los grupos según su mal gusto y definía a unos y otros como punks auténticos o punks falsos. Estableció una especie de «Diez Minutos» sobre la vida social del punk en la movida madrileña.

Nosotros, para tocarle los cojones, dijimos: «Vamos a hacer una canción lenta con violines». «Pa joderla». Y el bajista dijo: «Y con un clarinete». Y entonces me acordé de un amigo mío, Arturo Cid, que tocaba el clarinete, y lo llamé. Se vino con nosotros a Madrid y grabamos dos canciones con clarinete: «El jardín extranjero» y «Radio Crimen Charlestón».
Básicamente, para joder a los ultra-punkies de la época.

La letra va así:

Encerrado aquí en mi confusión
hoy podría decir que esto es el fin
tras tantos años y una guerra
nada cambia y nada queda
pero no hay forma de salir
sin ser un perdedorHoy me gustaría dejar de sufrir
la enfermera vuelve a reir
tras tantos años y una guerra
las heridas siguen abiertas
estoy luchando por sobrevivir
loco, en su jardínTras tantos años y una guerra
la gente aún odia a su manera
y todos miran hacia a mí
ajenos a mi jardín…

Inicialmente, ‘El jardín extranjero’ parece la historia de un loco en un manicomio dando vueltas en un patio… «La enfermera vuelve a reír», etc. De lo que trataba la canción, en realidad, era de los presos en campos de concentración.

Concretamente, en los campos de concentración en España tras la guerra civil. «Tras tantos años y una guerra/las heridas siguen abiertas/ y estoy luchando por sobrevivir/un loco en su jardín» = un maquis, un bandolero, en su propia guerra.

«Todos miran hacia mí» = «Todos me buscan, el ejército me busca, la Guardia Civil para acorralarme», etc.

«Encerrado aquí, en mi confusión
Hoy podría decir que esto es el fin»

Esos versos me los inspiró mi padre sobre una leyenda en Granada sobre los Hermanos Quero, una banda de maquis antifranquistas urbanos que fueron los héroes de la ciudad durante un tiempo en una lucha extraña y romántica contra el franquismo. Uno de los hermanos Quero, Pedro, fue acorralado por la policía y la Guardia Civil en una cueva del Sacromonte hasta que, finalmente, tras un brutal asedio, decidió pegarse un tiro antes que entregarse.

«Tras tantos años y una guerra
nada cambia y nada queda»

Esos versos eran sobre la situación de España en 1982, cuando escribí la canción… Pese a la guerra civil y la llegada de la democracia, nada cambió. Todo siguió siendo igual. Los que antes habían sido ministros con Franco ahora eran asesores del Gobierno de Felipe González. Todo valor había sido borrado. Nada cambia y nada queda.»Estoy luchando por sobrevivir
un loco en su jardín»El guerrillero romántico que decide hacer la guerra por su propia cuenta.Más o menos el tono de la canción iba por ahí, con la doble imagen.

Ahora estamos regrabando ese tema y a mí me encanta.

Un saludo y Muchas gracias por el interés sobre ese tema. En su época, cayó como un jarro de agua fría entre los punkis porque usábamos guitarras acústicas y un tema lento.

4 comentarios

  1. Impresionante entrada. Me mola mucho esta canción. Una de mis favoritas de los TNT, ademas de Coplas A La Muerte De Un Colega aqui mencionado. Jesus Arias saco otro grupo, llamado Quäsar, con el que regrabaron este tema en su disco. Tiene un sonido de cojones, aunque me guste mas la versión original de TNT, con ese toque característico que le daban.

  2. Gracias por publicar esta información, me ha resultado emocionante. Soy Arturo Cid, el clarinetista de la primera grabación y coautor de la canción «El jardín extranjero» junto a Jesús. Mi colaboración con TNT y con Jesús Arias fue larga (volví a grabar el tema en la versión de Quäsar). Si te interesa este asunto, quedo a tu disposición para darte alguna información adicional. De nuevo, gracias.

    1. Un placer Arturo, nos ha hecho mucha ilusión poder recuperar el artículo. Es una historia muy interesante y la forma en la que Jesús la contó muy amena. Muchas gracias a ti por tu comentario. Estamos en contacto.

      Un saludo

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