Imagino que alguna vez habréis visto la forma de los cristales de hielo, son esas «estrellas» que se dibujan al congelar agua y observarla en el microscopio. Hay un tipo del que muchos ya habréis oído hablar, Masaru Emoto, que tiene una curiosa teoría acerca de esto, asegura que la apariencia de estas «estrellas» varía según el estímulo externo que las acompañe, puede ser música, un color o nuestro propio pensamiento, cuya positividad o negatividad influye directamente. Claro que, esto, como he dicho, no es más que una teoría, lo que pasa es que no dejo de preguntarme qué forma adoptarían los cristales de hielo bajo la sangre del cuerpo semidesnudo de aquella joven sobre la nieve. ¿Qué silueta dibuja el dolor? ¿Qué silueta dibuja la rabia? ¿Y la venganza?
Pues coged el mapa y posad vuestro dedo en el estado norteamericano de Wyoming, porque esos cristales de hielo imitan el contorno de una de sus recónditas reservas indias donde se ambienta «Wind River». Bienvenidos al lugar que dios olvidó después de una noche de santos griales, donde no existe el wifi, la cobertura móvil es una leyenda y el único entretenimiento es apostar qué meada llega más cerca del suelo antes de que se congele. Un sitio en el que no se vive, sino que se SOBREVIVE y ésa es una lección que sabe bien Cory Lambert (Jeremy Renner), una especie de agente forestal al que uno acude cuando encuentra medio rebaño de ovejas devorado y es que, más allá de un mero vigilante, este tipo es capaz de cazar a un jodido bigfoot antes de que nosotros podamos siquiera parpadear.
Es precisamente en una de esas incursiones en busca de un depredador cuando Lambert halla el cadáver congelado de una chica, lo que da inicio a una investigación para esclarecer el suceso. En esa búsqueda de la verdad también participa Jane Banner (Elizabeth Olsen), una joven y perspicaz agente del FBI que aterriza en la reserva con lo puesto, más perdida que Esperanza Aguirre en el «¿Quién es quién?» y con pocas ganas de interrumpir el caso en el que estaba trabajando para dedicar sus esfuerzos a uno nuevo.
Es posible que este escenario de la Norteamérica más desoladora, salvaje y extrema os resulte familiar y que distingáis el espíritu cheyenne que fluye por sus venas, del mismo color que las profundas raíces de «Hell or High Water» (2016) y es que, «Wind River» no solo comparte guionista, sino que es el debut en la realización del susodicho, un Taylor Sheridan que ha demostrado con esta primera cinta tener un trasero a medida de la silla del director, orquestando un thriller crudo, gélido y de una belleza cruel.
La banda sonora de la película es de, nada más y nada meno,s que Nick Cave y de Warren Elis
Y si en la mencionada «Hell or High Water» (titulada «Comanchería» en castellano) conocimos a unos personajes hundidos en la desgracia y la miseria, la vida de los protagonistas de «Wind River», en la piel de un elenco que hila fino, no es mucho mejor, cada uno con su historia, cada uno con su lucha diaria por abrirse paso en un infierno en el que nos han enseñado que sólo los que se lo merecen llegan a meta, pero la realidad es que la carrera casi nunca es justa, no siempre ganan los mejores y ahí es cuando seguir corriendo duele, duele y duele y, a veces, hay que hacer trampas para que los hijos de puta caigan, para poder continuar caminando a pesar del dolor.
Al final, no importa qué forma tengan los cristales de hielo, llegará la primavera para llevarse la nieve.