Inyectados en sangre permanecieron impasibles los ojos de Gary Gimore, esperando con ansía cada bala disparada. Todo había acabado.
A pesar de haber donado sus órganos nadie podrá ver a través de sus ojos, contemplar el surco de violencia que grabó aquella guadaña que le condujo a la muerte.
The Adverts – Gary Gilmore Eyes (1978)
Todo empezó en Stonewall, un pueblecito de Texas, donde la agresividad se implantó en Gary a través de su padre, un violento alcohólico que la emprendía a golpes con su mujer e hijos.
De camino al colegio vislumbró un atajo, era un camino intrincado, atravesaba un denso bosque y parecía peligroso, sin dudarlo se adentró en él, nunca retrocedió, los 20 minutos que tardaba en ir a clase se convirtieron en cuatro horas. Se dio cuenta de que era capaz de todo. Su vida era un recorrido que no tenía destino, iba hacía ninguna parte. Ahí empezó su lucha contra la ley, visitas al correccional, a la cárcel, robos, atracos con violencia… Era carne de talego.
A los veintiséis años durante la condicional intentó trabajar vendiendo zapatos en la tienda de su tío, nunca pudo adaptarse. Conoció a Nicole, atormentada, como él. Un combo de estas características solo podría precipitarles al abismo. Así fue. Desmanes, maltratos… una historia sucia.
Un reguero de sangre conducía directamente hacía Gary Gilmore, tras una discusión con Nicole transformó su ira en dos cadáveres: un empleado de gasolinera y un recepcionista de un motel. La sangre, su propia sangre dejaba un rastro maldito, se había herido una mano mientras intentaba deshacerse del arma. El reguero atrajo a la policía, se entregó sin resistencia.
La sentencia no dejaba lugar a dudas, culpable. Pena de muerte para el acusado. Pero dicha pena en el 76 y en EEUU se encontraba en un limbo jurídico, cualquiera podía evitarla mediante apelación, transformándose automáticamente en cadena perpetua, todos felices y el sistema se lavaba las manos.
Cuando Gary Gilmore fue condenado, se agarró a la sentencia, quería que se cumpliera, no iba a estar toda su vida en la cárcel. Si le habían condenado a morir que cumplieran su palabra. Podía escoger entre la horca y el fusilamiento “Prefiero que me peguen un tiro”
Ahora nada tenía sentido, se había conseguido “paralizar” la pena de muerte. En diez años no se había ajusticiado a nadie, y ahora todo parecía irse al traste, la bestia había estado dormida, y ahora el debate volvía a abrirse, “si no quieren ejecutar a nadie que sea abolida definitivamente”, sin embargo aquellos favorables a la pena capital se revolvían en su contradicción, rechazaban aplicársela a Gilmore pues en su caso se trataba de un suicidio asistido y no de un castigo.
El tiempo pasaba, la ejecución se retrasaba, Gary Gilmore afianzaba su relación con Nicole a través de la correspondencia, se ponía cada vez más furioso, quería acabar con esto ya, ella estaba con él, llegado el día se suicidaría para volver a estar juntos. El revuelo. A alguien arriba le temblaba el pulso, todo seguía posponiéndose, él intentó suicidarse dos veces, sin éxito.
Finalmente llegó el día, el pelotón lo colocó delante de una empalizada de sacos, “hagámoslo” fueron sus últimas palabras. Cinco balas atravesaron su cuerpo, esta vez no había lugar para la incertidumbre, la supuesta quinta bala de fogueo en este caso había sido sustituida por una tan real como el resto.
Sus ojos vuelven a estar cerrados.
TNT – Gilmore 77(1983)
Gracias, Jürgen, por mantener la memoria de aquellos días.